Hablemos sobre Sex Education…
Por Alejandro Escobar Porras
Estuve esperando con gran ansia la segunda temporada de Sex Education, que estrenó justo el 17 de enero de 2020. Era tanta la gana que le tenía que tuve que verla de corrido, todos sus ochos episodios me los devoré con gran ansia y gusto y, no sé si es producto de la emoción de recién haberla terminado, pero siento que ha superado en gran medida a la primera. A pesar de que es una afirmación en inicio pretenciosa, desarrollaré brevemente (sin spoilear) los puntos en los que sostengo mi afirmación. Pero antes, haré una breve reseña sobre la serie hasta donde nos había dejado primera temporada:
Estuve esperando con gran ansia la segunda temporada de Sex Education, que estrenó justo el 17 de enero de 2020. Era tanta la gana que le tenía que tuve que verla de corrido, todos sus ochos episodios me los devoré con gran ansia y gusto y, no sé si es producto de la emoción de recién haberla terminado, pero siento que ha superado en gran medida a la primera. A pesar de que es una afirmación en inicio pretenciosa, desarrollaré brevemente (sin spoilear) los puntos en los que sostengo mi afirmación. Pero antes, haré una breve reseña sobre la serie hasta donde nos había dejado primera temporada:
Sex Education es una serie emitida en Netflix cuya
primera temporada fue subida el 11 de enero de 2019. Su protagonista, Otis Milburn, es un cohibido
adolescente que vive en una apacible casa con vista a las montañas de algún
pueblito del Reino Unido. Asiste a la secundaria Moordale, yendo junto a su
mejor amigo Eric diariamente en bicicleta. Eric es gay, tal vez por ello se
presenta desde un primer momento como alguien que es el contrapunto de Otis:
una persona desinhibida y despreocupada que no teme mucho hacer el ridículo.
Sin embargo, gran parte de la introversión del protagonista viene al ser criado
enteramente por su madre Jean, una experimentada y reconocida sexóloga quien desde
su separación del padre de Otis vive una vida sin compromisos amorosos y sexo
casual con varios amantes; además presiona diariamente a Otis para que hable
con ella acerca de sus inquietudes respecto a la sexualidad, actitud que en vez
de hacerle abrir más le hace muy esquivo hacia ella. A pesar de todo esto, la
convivencia diaria del protagonista con su madre (quien tiene su consultorio en
casa), le ha hecho poseedor de un gran conocimiento teórico acerca de las distintas cuestiones relativas a la
sexualidad, poseyendo una habilidad cuasi innata para dar consejos sobre estos
temas.
Moordale es una secundaria estéticamente más
apegada a las que estamos acostumbrados a ver en las series estadounidenses de
los 80: estratificación de los estudiantes en distintas castas, un director gruñón, profesores pachorros y patéticos que
saben de todo menos de lo que enseñan… pero a diferencia de las series gringas
que tienen un humor bobalicón y predecible, está impregnada del ácido humor y
carácter inglés, sin contar que los adolescentes que estudian allí tienen un
insaciable apetito sexual, así como extraños fetiches y parafilias. Es aquí donde entra
Otis, pues su talento es
accidentalmente descubierto por una brillante pero incomprendida estudiante
llamada Meave Wiley, quien junto a él monta un consultorio para resolver las
dudas sexuales de los estudiantes de Moordale, cobrando jugosos honorarios (en
libras esterlinas, nada de miserables pesos colombianos) por sus servicios.
Meave al igual que Eric contrasta con Otis, ya que es una chica vista en la
escuela como una perra malhumorada
que se tira a quien se le cruce. A sabiendas de esto, Otis está platónicamente
enamorado de ella, viéndola siempre como un amor inalcanzable. Por ello, desde
el primer momento que Meave descubre a Otis la serie juega con la tensión
generada entre ambos, por su naciente relación de trabajo y los evidentes pero
confusos sentimientos afectivos que tiene el uno hacia el otro, adquiriendo un
carácter inconfesable debido a los numerosos líos emocionales en los que ambos
se empiezan a ver envueltos.
Grosso modo, esta es la premisa principal. Además de tratar esta
trama principal, los personajes secundarios y recurrentes la enriquecen en
demasía al aportar profundidad y carácter con sus historias. Estos presentan problemáticas como crisis de identidad y orientación sexual,
manifestando diferentes matices de las relaciones interpersonales, todo
ello por medio de temas de discusión como lo son la implementación del aborto,
el rol y la percepción que se tiene de la mujer en la sociedad, la inclusión,
la diversidad étnica y sexual, así como la apertura y frescura con la que se
tratan temas que en pleno siglo XXI siguen teniendo algo de tabú, sin contar
que es delicado hablarlos por la implementación del lenguaje políticamente correcto (que además se ha erigido como un sofisticado y renovado sistema de censura). Por todo ello,
además de ser una serie que en superficie podría ser exclusivamente para
adolescentes, también vale demasiado para los adultos, generando puntos de
encuentro y discusión interesantes entre diversas generaciones.
Entonces, si Sex Education en su primera
temporada era casi perfecta, ¿por qué en la segunda ya prácticamente alcanza
este estado? La respuesta básica es: las hormonas.
En primera instancia, este motivo puede
resultar decepcionante o hasta una chorrada, pero es gracias a las hormonas de
estos desenfrenados teenagers en
desarrollo que la serie se vuelve impredecible, adquiere unos giros que no se
esperan o, si ya se veían venir, ocurren en los momentos y formas más insospechadas.
Esto permite que algunos personajes crezcan de una manera brutal, sean entrañables y se entienda su crecimiento y decisiones, ya que
hay todo un desarrollo anterior que lo respalda, así como un especial
sentimiento de empatía por cada uno de ellos. Todo ello sin contar la introducción
de unos pocos, pero interesantes personajes nuevos que brindan nuevos matices a
las situaciones que acontecen.
Producto de esto es que a pesar de que a los
personajes principales también les suceden cosas, siento que son quienes menos
crecen o, al menos, son los que tienen los desarrollos menos álgidos. Esto de
por sí no es malo, pues sirve para darle ritmo a la serie y que el argumento
principal no se queme tan rápido. Pero los secundarios…Dios Mío… que desarrollo
tan excelso, cómo se entrecruzan sus historias, cambiando de parecer en cada
capítulo y sucediendo situaciones inesperadas. Todo un espectáculo digno de ver,
sin contar además que aquí se siguen tratando temas dignos de debatir.
Además de esta genial historia, la serie presenta una
estética bastante interesante que apuesta hacia ese componente ochentero que
mencioné: bebe de las comedias bobaliconas gringas, pero todo en un ambiente
actual en un pueblo que sí, es inglés, pero no tiene una ubicación específica,
dotándola de un carácter atemporal y también de fácil empatía por parte de
personas de casi cualquier lugar, con los tiempos globalizantes que corren. Sin contar la banda sonora.
Por todo lo anterior, considero
que es perfectamente pertinente y recomendado ver Sex Education. Esperaré con ansias la tercera temporada…
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